dilluns, 10 de maig del 2010

La Juana, mi abuela

La JuanaAquest text no és meu. És d'un noi amic meu que el va escriure per a la seva àvia Juana, a qui jo conec molt bé i a qui també estimo molt. La Juana ja ha fet 90 anys i va lleugera com una daina i conserva un bon humor i un esperit extraordinaris. 

Aquest text respira estima i tendresa per tots costats i fa un retrat perfecte -us ho ben asseguro- de l'àvia . Bé, un retrat millorat per l'amor, que és el millor retrat que pot haver-hi.

La Juana va néixer, va créixer i ha viscut tota la vida a Colmenar de Oreja (Madrid). Sempre que he anat a visita els seus fills, de qui sóc amic d'anys, també l'he visitat a ella i sempre m'ha obert de bat a bat les portes de casa seva i les portes del seu cor. Un cor gran com casa seva. Ella és una dona extraordinària, així com ho és tota la seva família.

Jo també m'estimo la Juana i m'hauria agradat escriure i descriure tant bé com ho fa el seu nét aquest gran dona. Com que no ho sabria fer millor, us deixo el text del seu nét Jesús

“La Juana, mi Abuela”

Mi Abuela Juana tiene las manos pequeñas, y mueve los dedos graciosos cuando busca la pimienta en la cocina.

Ninguno entendemos bien cómo ve, y cómo hace para oír sólo lo que quiere. Se le acerca la cara a los extraños, y parece que les besa, para mirar de quién son, o cómo son, y pensar en si recuerda.

Mi Abuela Juana nunca miente, pero saluda al que habla en el poyete del callejón, como lleva haciendo siempre y que yo sé que no conoce.

No le tiene ningún miedo a la muerte, a la que espera cada día, deseosa de irse ya con su marido, pero, sin embargo, y a diferencia de muchos jóvenes, disfruta de la gloria de la vida sencilla, de si hace sol, de una buena lluvia, de sus vasos de leche, de sus pechugas de pollo y de su yogurt natural.

Mi Abuela Juana no le teme al aceite hirviendo, no le importa quemarse, y rebusca con deditos gastados la croqueta para girarla, y acerca la cara a un palmo de la sartén, para ver bien lo que hace, porque tiene “una mancha blanca, así como borrosa, que no la deja”.

Habla sin parar, La Juana, y recuerda todo el rato… cada medio minuto deja caer una frase referente a “la Julita”, o a “Madre” o a lo bueno que es su hijo o lo era su marido.

Tiene expresiones mi Abuela que ya no se usan en el pueblo, como “na mueles” o “aviarse”, como “galán mío” o “a compral”, y divierte a cualquiera que la preste diez segundos.

Cuando se ríe es joven la Juana, la “Zurdeque”, y estoy seguro de que lo hace cada día.

Que contenta se pone si la voy a visitar y qué rápido cuelga el teléfono si la llamo porque sabe “que esto corre” y no está la vida “pa gastal”, aunque le llame de “mu largo” me oye bien y me grita: “hala pos tu ten cuidaito que yo estoy mu bien” y te deja la palabra en la boca y yo me quedo hablándole un rato, dentro de mí, como hace ella y le digo que la quiero y que pronto pasaré a verla…

Ha decidido mi Abuela en los noventa, pasar una segunda adolescencia, y desobedecer a mi tía en las pastillas y quedar en su casa con las amigas, algunas de ocho años y otras de noventa y cinco, para pasar largas tardes divertidas en silencio, dejando, de vez en cuando, caer alguna frase-pincelada, que le da un extraño carácter de diálogo al mágico momento.

No se deja nada en el plato. Ni en el suyo, ni en el bol de la ensalada… y repasa con el pan sobrante todo el aceite que queda, y los trozos de lechuga se los come ya sin ganas, depués de haberla oido decir, “UUUUUUh! Ya no quiero más eh?” varias veces.

Tiene dos hijos mi Abuela, que deberían ser 4, y nos cuenta con penita la Juanita que perdió, que nos perdimos. Eran siete hermanos, “tós mu buenos” sobre todo un tal “Constan” al que nombra con algo especial en la voz y en la mirada, algo más manchada.

Cinco nietos que quiere más que a su vida, y de eso no tengo duda, y biznietos que mirándoles a su lado, les saca parecidos de barbilla o de expresión a algún otro familiar.

La quiero mucho a la Juana, y aprendo mucho de ella, del como de la bondad y del fondo de la humildad y de la vida sencilla, del valor de la familia, de sus cosas y del hogar.

Le gusta lavar a mano, como lo hizo toda su vida y come en platos de porcelana vieja, blancos con el borde azul o rojo y bebe agua del grifo, que “ahora si está güena” en vasos que le dieron con la nocilla.

En su casa hay un portal, una alcoba y un patio. Una cámara y unas escaleras por las que se cayó su madre. Un cuarto que lleva ahí ni se sabe y un espejo al que nunca se miró, porque lo habrá colgado mi abuelo, que era bastante más alto. En el patio se hechan de menos los tiestos, el corral y el gran almendro. La ropa tendida en la puerta del porche, donde colgaban los melones del techo. En la puerta de la cueva, donde esperan las tinajas, recordando el ruido de las bombas de la guerra, hay apiladas unas cuantas herramientas de herrador.

Tantas historias olvidó la Juana… y ahora simplemente forman parte de ella. Yo me quedo con sus besos, con sus manos arrugadas, y con su grito de sorpresa cuando me ve paras la puerta. Me está esperando y a la distancia, sentada junto a la ventana me reconoce y se levanta casi de un salto, con la sonrisa puesta. “Que te hago de comer”, es lo primero que pregunta…

Esa es mi Abuela, Juana García García… (decía)…)

No me hace falta que se vaya, para por fin saber, que era esa (y sigue y seguirá siendo) la magia, la chispa, el arte y la sombra del arte de su amor, esa persona que tanto y tanto nos impresionó… y la que me dejó alucinado para toda mi vida… cada día lo entiendo mejor.

Una pareja que, sin pretensiones, nos dejó la historia de amor más sincera e increíble de la familia. Personas como mi abuela, hacen que uno crea en el ser humano, en la bondad, y en la humildad de los corazones bien cuidados. Hasta en el amor verdadero uno cree si la conoce…

No recuerdo verla nunca enfadada, ni rechistando, ni quejándose de la comida, o de si llegar tarde o de si pones los pies en el sillón. Le encanta vernos comer, y que durmamos hasta tarde. Se ha ganado a pulso, día a día (que son muchos), el cariño y el respeto extraordinario de todos los que “quedamos”.

Me gustaría saber, si algún día yo tendré nietos, para contarles quienes eran José y la Juana.

Para entretenerles con trabaluengas y canciones y contarles historias de mis viajes y de mi vida…

Sólo haberles conocido me hace sentir agradecido cada día que les miro, en mi mirada, en mis manos, en mis pensamientos… y me siento orgulloso cuando pienso que han conseguido hacer de mí una buena persona.

Muchas veces me pregunto Quién será la Juana que les hará croquetas, y natillas a mis nietos, y se encargará de quererme siempre?.

De la misma manera que cambié el “te echaré de menos” por un “te llevaré siempre conmigo” cuando el abuelo nos dejó, pensaremos todos en nuestra Juanita cuando cierre los ojos… y deje de vernos crecer.

Hasta para eso son humildes mis abuelos, que TODO se merecen.

Me resulta difícil transformar esa humildad infinita en potencia y ganas de dedicarle algo grande, porque sé que prefiere que me lo quede para mí, que más falta me va a hacer… pero esta noche, cuando enciendan los focos del teatro, y me toque justificar la magia que he heredado, la miraré, como hago siempre, en mis manos y en mis ojos y respiraré profundo en su garganta, para convertir en miles de aplausos este ansia que me han dejado de querer ser feliz y demostrar al mundo de la pasta que estoy hecho.

JESUS FORNIES DIAZ