He trobat una carta, -que reprodueixo a sota- de Javier Methol a una adolescent, l'Agustina. Aquesta noia va enviar a les seves amigues un mail, explicant que estava llegint el llibre "La societat de la neu", i que tan "atrapada" la tenia la lectura, que va decidir posar-se en contacte amb Javier Methol . Javier fou un altre dels sobrevivent dels Andes, pare de quatre fills quan l'accident, que estava casat amb Liliana, a la qual va perdre en l'allau de neu que van patir una nit quan dormien dins del fuselatge.
Li feia aquesta pregunta: ¿com és possible que vostè li donés tantes gràcies a Déu, si la seva dona va morir d'una forma tan horrible?
Methol va contestar la carta i l' Agustina, impressionada, li va faltar temps per enviar a un munt de gent la seva resposta, que aquests al seu torn van enviar a altres i així successivament ... i que avui m'arriba a mi.
Hola querida Agustina:
Te voy a tratar así porque tienes la edad de mi hija menor, así que casi te conozco.
Nada hubiéramos logrado nosotros sin el Amor con el que Dios nos unió en Su Mandamiento: "Ama a tu prójimo como a ti mismo", porque así, unidos, logramos la fe y la esperanza que nos dieron la fuerza para luchar por la vida de todos por igual.
Agustina: El accidente lo causó totalmente un error humano de los pilotos y no podemos culpar a Dios por los errores de los hombres. Y entonces se produjo el primer milagro: "Medio avión, sin alas ni pilotos, increíblemente aterrizó en medio de lo imposible".
Hoy día, expertos de las FFAA expresan que eso es imposible que suceda de nuevo, porque si se hubiera partido un metro antes o un metro después, nadie se hubiera salvado. Cómo podemos no agradecer a Dios.
Cómo podemos no agradecer a Dios cuando nos mantuvo vivos a pesar de que el mundo nos había dado por muertos, dándonos los medios y el camino para salir. Sí, Agustina, yo sé lo que tú piensas.
¿Cómo puedo agradecer cuando Liliana murió de una manera tan horrible? Pero yo te digo: Liliana no murió porque nos dejó tanto amor, que sigue viva en nuestros corazones.
Sólo su cuerpo quedó enterrado en la nieve, porque su alma está junto al Señor y todo su amor quedó en mi corazón para que yo lo devolviera a nuestros hijos.Nadie la recuerda por cómo murió y sí, por cómo vivió. Fíjate qué injusto sería yo si viviera llorando su muerte y olvidando todos los momentos llenos de amor y felicidad que compartimos mientras vivimos juntos.
Hoy, cuando la recuerdo o veo una foto suya, sonrío recordando su amor. Recuerda, Agustina: las personas mueren recién el día que las olvidamos y por lo tanto, nunca llores a los que amas porque los mantienes vivos en tu corazón. Además, la capacidad de amar del ser humano es infinita y puedes amar a varias personas al mismo tiempo y con la misma fuerza. Yo, después de ser padre y madre durante cinco años, me volví a casar con Ana María y con ella tuvimos cuatro hijos más. Amo a Ana María con todas mis fuerzas y ella lo sabe, pero no he dejado de amar ni a Liliana, ni a mis padres, ni a mis hermanos fallecidos.
La muestra del amor infinito nos la da Jesús Cristo, que hasta su vida dio para salvarnos. Nunca reniegues de Dios ni de Cristo, que son una misma persona, porque es el único que permanecerá a tu lado en los peores momentos, consolándote y ayudándote y ten cuenta que, aunque tú no lo veas, Él siempre te escucha si le hablas desde el corazón, porque a tu corazón Él te contestará. Lo hace conmigo siempre que lo necesito. Prueba hacerlo con amor y lo comprobarás.
Recibe querida Agustina un cariñoso beso y abrazo de padre, con mi deseo de que, junto a tus seres queridos, Dios te bendiga y proteja con el mismo Amor que lo hizo con nosotros en la montaña.
Javier Methol
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