Darrerament ens arriben de Roma bones notícies. Ja era hora!. Avui en llegia una d’aquelles que valen la pena: Monsenyor Romero ( Sant Romero d’Amèrica, com l’ha batejat Pere Casaldàliga) podrà ser aviat sant. El Papa Francesc així ho vol i ha desbloquejat el procés de beatificació, segons ha explicat Vincenzo Paglia, president del Pontifici Consell per la Família.
Qui va ser arquebisbe de SAN SALVADOR va ser assassinat d’un tret al cor mentre celebrava missa el 24 de març de 1980, ara fa 33 anys. L’any 1994 es va obrir el procés de beatificació a El Salvador. Una vegada acabat el procés diocesà, l’any 1996 el procés va passar al Vaticà i allà es va parar tot. Joan Pau II i després Benet XVI no ho veien amb bons ulls, com tampoc els agradava gens la teologia de l’alliberament. Per sort, el Papa Francesc veu les coses d’una altra manera i sembla que vol donar resposta al clam popular de fer sant al màrtir Romero. Un signe més d’esperança que ens dóna aquest Papa!
Pere Casaldàliga li va fer aquest poema, que ja s’ha fet clàssic.
San Romero de América, Pastor y Mártir nuestro
El ángel del Señor anunció en la víspera...
El corazón de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!
El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.
¡Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia!
Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!
Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares...
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!
San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!
Pere Casaldàliga
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